Comienza el curso, la rutina vuelve a nuestras vidas y las redes sociales,
los terminales tecnológicos y la relación con internet parece ser el fin de la
vida de nuestros preadolescentes cuando empezamos a poner límites y horarios
para su uso y disfrute.
Cuando llega "su" momento, se evaden, desaparecen y el silencio
reina en nuestro espacio común; lo único que escuchamos son los sonidos de
caída de la cantidad ingente de whatsapp donde con monosílabos van describiendo
su estado : Bien, claro, guay, emoticono... con una ortografía pésima.
Está claro, su dependencia es mayor de lo que nosotros pensamos porque apenas
hace dos horas han estado en el colegio.
Lo positivo de la jornada en cuanto a la comunicación con nuestros hijos es
que antes de esos quince minutos, hemos tenido la oportunidad de dialogar sobre
los acontecimientos del día.
Definitivamente: Dejaremos los quince minutos durante unos meses, para que
después, completen el final del día con una lectura placentera.
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