En los últimos días, he visto más de una librería con el cartel de "liquidación al 40%", ante esto, no puedo hacer otra cosa que obnubilarme y me inunda una inmensa tristeza.
Estoy de acuerdo que hay que dar paso al libro digital, pero no creo que esto sea la causa del cierre, sino más bien las prioridades que marcan las autoridades y parece ser no han pensado durante cinco minutos que la cultura se muere y con ello la historia de un país, si no se invierte en educación, no se invierte en futuro y por tanto, es difícil fomentar que las generaciones venideras lean, escuchen música, visiten exposiciones, vayan al cine y se rodeen de cultura, porque aunque no lo crean, esto también nos posiciona en nuestra "querida Europa", están rompiendo la cadena del saber.
El cementerio de libros que presencié la semana pasada era caótico. Como iban a morir, ya no se les cuidaba, ni siquiera podían ocupar su posición en las estanterías de la librería; novela, biografías, viajes y poesía vivían en la más sorprendente hecatombe. Su olor, tacto e ilustraciones vivientes se desvanecían por el suelo de un centro comercial aquejado por la crisis.